martes, 10 de abril de 2012

La felicidad según Coca-Cola

Se está celebrando ahora mismo el II Congreso Nacional sobre la Felicidad en Madrid. Una reunión en la que varios expertos y personalidades de todo tipo debatirán sobre qué nos hace más felices a las personas. Patrocinado por el Instituto Coca-Cola de la Felicidad.

Que conste que con este post no critico la búsqueda de la felicidad en sí, fin lícito y sano para el ser humano, no trato de convencerles de que no beban Coca-Cola (bebida que a mí personalmente me gusta mucho) ni quiero dejar en mal lugar a los participantes del Congreso (Eduard Punset me cae muy bien).

Pero la cuestión es que, en el tan anunciado a bombo y platillo Congreso, se ha llegado a la conclusión de que lo que nos hace más felices (amén del clásico triatlón de horóscopo salud-dinero-y-amor) es COMPARTIR. Curioso, muy curioso que nos hable de compartir Coca-Cola Company, una gran corporación que factura cerca de 2000 millones de dólares al año a base de mantener su monopolio.

Porque no nos engañemos, lo de Coca-Cola es prácticamente un monopolio. No es lo mismo la Coca-Cola auténtica que la cola cutre del Mercadona, ¿eh?, y eso es debido a que tiene una fórmula secreta, que nunca han querido compartir con nadie. Desde que comenzó su actividad. Es verídico que la Coca-Cola, en sus comienzos, llevaba extracto de hojas de coca, y las malas lenguas comentan que se retiraron porque no hacían falta, porque ya llevaba suficientes componentes excitantes y adictivos.

No quiero entrar en si la Coca Cola es una droga en el sentido clásico de la palabra (desde luego que yo nunca me he colocado bebiendo Coca Cola). Pero no me nieguen que eso de Instituto Coca-Cola de la Felicidad suena de lo más orwelliano. ¿Cómo puede una multinacional tratar de adueñarse de la felicidad, esa dimensión inviolable del ser humano? ¿Cómo puede una empresa registrar la palabra "felicidad" y cobrar por utilizarla, y hablar despúes de compartir?

Quizá sea porque la Coca-Cola sí que podría representar un tipo especial de droga, no necesariamente la droga dura a base de coca de la que hablan los más conspiranoicos, pero sí la anestesia que se nos suministra a los ciudadanos de Occidente a base de un consumismo atroz, que nos proporciona una felicidad falsa y fácil a través de la acumulación de bienes materiales, a través de falsas promesas de felicidad en anuncios de televisión y vallas publicitarias.

Gente feliz bebiendo Coca-Cola. Beba usted Coca-Cola, y será feliz. Gente guapa bebiendo Coca-Cola, beba usted Coca-Cola y será guapo. Pero, recuerde, está usted anestesiado. Y algún día, de la anestesia, tendrá que despertar.





Por otro lado me llama la atención el grupo de personas invitadas al famoso evento. Psicólogos, científicos, religiosos y divulgadores de todo el mundo.

Pues yo, en un congreso de la felicidad, quitaba a toda esa gente y metía a personas de África (contiente en el que, por cierto, es más barato el litro de Coca-Cola que el litro de agua).

Es una injusta mentira afirmar que los africanos son felices. Viven en un continente en el que se sufre de severa desnutrición, devastadoras epidemias y graves violaciones de derechos humanos. Pero por otro lado, es cierto que en este continente existen bajas tasas de suicidio, y no se recurre a los psicólogos ni al Prozac.

Haga usted la prueba. Métase en cualquier poblado africano, y una bandada de niños con la cara sucia y la tripa hinchada le recibirá sonriente, alegre de su llegada. Pese a que muchos de ellos no llegarán a la edad adulta. Y diríjase después a cualquier hogar europeo o estadounidense: probablemente se encuentre a un niño blanco maleducado y enfurruñado porque sus padres no le han querido comprar la Play Station 3.

En un congreso de este tipo, ¿nos enseñarían los africanos cuál es el secreto de la felicidad? No. Desgraciadamente, precisamente ellos no lo tienen. Pero nos enseñarían a valorar más lo que realmente importa en esta vida, clave fundamental para experimentar la verdadera y única felicidad.