viernes, 30 de marzo de 2012

La esclavitud del siglo XXI

Buenas a todos.

Hoy, me gustaría reflexionar (como ya han hecho mi amiga Silvia y mi amigo Enrique) sobre el tema de la huelga general y la reforma laboral, especialmente a raíz de las últimas declaraciones del presidente de Mercadona sobre la bondad del modelo de productividad chino, y las realizadas por doña Dolores de Cospedal al respecto:
P. El presidente de Mercadona puso el ejemplo de la productividad de los bazares chinos. ¿Ese es un modelo?
R. Sin interpretar las palabras de nadie, yo creo que en España hace falta trabajar más.
Bien. Pues de este ejemplar y eficiente modelo voy a hablar, apoyándome en un documental que vi hace poco (de nula transcendencia en los medios de comunicación, naturalmente), titulado "China Blue" y que podéis ver completo en Youtube.



China Blue nos narra la historia de una chica de 17 años de la China rural que debe ir a trabajar a una fábrica en la ciudad para que su familia pueda sobrevivir. Pero no lo hace con pretensiones de denuncia social, ni intentando dar pena. Nos cuenta la historia tal y como es, tal y como se ve desde los ojos de la protagonista, única narradora del documental.

Es noviembre, Jazmín ha cumplido ya 17 años, y debe comenzar a trabajar para ayudar a su familia. Así que ella parte desde su pueblo hasta la ciudad, a más de 1000 km de distancia, por un lado apenada por dejar su pueblo pero por otro ilusionada y emocionada porque por fin comienza a trabajar, a ganar dinero, se siente adulta y está orgullosa de poder ayudar a sus padres (definitivamente, la mentalidad china es muy diferente a la nuestra).

Pero al llegar a la fábrica, se da cuenta de que todo no iba a resultar tan fácil como imaginaba. Deberá trabajar, durante tanto tiempo como pueda, cortando los hilos de pantalones vaqueros, bajo una férrea disciplina que la mantendrá trabajando despierta desde las 6 de la mañana hasta altas horas de la madrugada.

Jazmín duerme y come en una habitación de la propia fábrica junto con otras 9 o 10 chicas. Se hace especialmente amiga de Orquídea y de otra chica cuyo nombre no se menciona. Orquídea, un poco más mayor que Jazmín, es una chica alegre y presumida que sueña con ser bailarina. La otra chica no sueña con nada, sólo con volver a su casa, descansar y jugar. Tiene tan sólo 14 años. El sueño de Jazmín es ser escritora, los pocos minutos libres que tiene por la noche los dedica a escribir una historia en su libreta.

Pero pocas horas después debe volver a la realidad. Jornadas de más de 24 horas seguidas. Multas para quien se retrase un solo minuto, y multas también para quien se quede dormido. Por eso, Jazmín bebe litros de té y coloca pinzas de ropa en sus ojos para mantenerse despierta. Le cuesta aguantar esto. "Pero al menos ganaré algo de dinero", piensa.

Es ya Navidad, y Jazmín espera ansiosa el sueldo de su primer mes para poder regresar a su casa por Año Nuevo (único día libre que tienen los trabajadores de la fábrica en todo el año). Pero, por lo visto, es una práctica habitual en las fábricas chinas no pagar el sueldo del primer mes a sus empleados, para evitar que se vayan a otra fábrica. Y Jazmín, chica fuerte y valiente, se desploma y llora de rabia.

Al ver esto, nuestra primera reacción es odiar al director de la empresa, el señor Lam, al que también retrata el documental: un señor frío, estúpido y avaricioso. Pero, como él mismo dice, si no mantuvieran esos maratonianos horarios de trabajo y esos ínfimos sueldos para sus trabajadores, los clientes (empresas europeas y norteamericanas) se pasarían a otras fábricas que pudieran cumplir mejor sus imposibles exigencias tanto de costes como de tiempos de entrega.

Este es sólo un pequeñísimo resumen del documental, que nos ofrece una completa e impactante visión tanto de la experiencia individual de sus protagonistas como de la esclavitud y sus responsables en el mundo actual.

Y es ahí donde quiero incidir, en esta esclavitud que, vista de manera tan concentrada en el documental haría a cualquier occidental poner el grito en el cielo y llevarse las manos a la cabeza. Sin embargo, parece ser que si las multinacionales y los políticos esta misma esclavitud nos la imponen de manera gradual, vía pérdida progresiva de derechos laborales y sociales, muchas personas no se percatan y algunas hasta la defienden, creyendo que se trata de un sacrificio que los ciudadanos deben hacer en pos del bienestar y de la economía. Se trata de la "estrategia de la gradualidad", ya enunciada por Noam Chomsky en sus "10 estrategias de manipulación mediática".

La precariedad, la inseguridad y temporalidad laboral, las condiciones abusivas y el desempleo no son simples condiciones temporales con las que se pueda jugar fríamente para el beneficio de unos pocos. Son situaciones que pueden destrozar personas y familias por largas temporadas (o por toda una vida) y que ha costado cientos de años y de vidas el combatirlas.

Por eso, arroje su venda al suelo. Abra los ojos. Y álcese contra la esclavitud del siglo XXI.

viernes, 16 de marzo de 2012

El matarratas


Esta es la historia de un matarratas. Un matarratas, guardado en un bote, en el estante de algún garaje o sótano de algún pueblo perdido de Marruecos. Un veneno que, como su nombre indica, podría servir para matar ratas. Aquellas ratas podridas por dentro, que abusan cruelmente de sus víctimas abriéndoles una herida que nunca más se podrá cerrar; pero también todas aquellas ratas que protegen y apoyan a las primeras. Las que con sus patas arañan la herida de la víctima hasta que ésta, finalmente, acaba muriendo desangrada.

Sin embargo, este matarratas no mató a ninguna de esas ratas. Mató a una paloma blanca. Una paloma blanca y joven, a quien habían cortado para siempre las alas para volar.

La paloma se llamaba Amina, y era una niña de 16 años. Era una niña normal, con una vida por delante y unas ilusiones que quedaron destrozadas cuando sufrió una violación, y que murieron definitivamente cuando se enteró de que, "por honor", debía casarse con el violador. Que debía vivir para siempre con aquella escoria humana, causante de todas sus pesadillas.

Abandonada, herida y sola, decidió beber de un veneno para ratas para poner fin a la pesada cruz que quebraba sus costillas.

Y cuántas Aminas habrá en el mundo. Cuántas aves aprisionadas. Pero, mientras tengamos brazos, no tenemos excusa para luchar por romper sus jaulas.