domingo, 18 de diciembre de 2011

El fin del mundo


¡Mírala! Es nuestra tierra. Gorda, fresca y hermosa. Como una lechuga. Pero no te engañes: el invierno llegará, y no hay invierno que indulte una lechuga.

Para ti, insignificante humano, la tierra yace majestuosa en medio de la oscuridad, como un zafiro azul, vestida con sus océanos, que a ti se te antojan inmensos. Cuyos primeros descubridores navegaron, pensando que su fin era el abismo. Pero nuestra tierra no es más que un charco en el Universo. Y los charcos, tras la lluvia, se secan.

El 21 de diciembre de 2012 será el fin del mundo. Ese día, el sol saldrá, los aviones despegarán, los trabajadores apagarán, gruñendo, sus despertadores por la mañana. Los noticiarios comentarán el suceso con una cierta levedad. Los miembros de alguna secta extraña se suicidarán en masa.

Los niños correrán en el patio del colegio, los abuelos jugarán a las cartas, los enamorados se entregarán al amor, pues el tiempo huye de entre sus manos. Los indigentes seguirán en la calle, los inocentes, en la prisión, los delincuentes en el gobierno. Los músicos seguirán tocando, como siguió tocando la banda del Titanic hasta el mismo momento en que se hundió y sus músicos murieron ahogados.

Todos tendrán en sus mentes a aquel hombre indígena del pueblo maya, que alguna noche en el templo, descubrió, temblando, con sus cálculos; que la naturaleza, como una canción, tenía un ritmo. Unos ciclos. Una estrofa y un estribillo. A esta canción la llamó calendario. Y el 21 de diciembre de 2012 será su último acorde.

¿Asomará el Sol su cabeza, por primera vez, en alguna remota isla del Pacífico el día 22 de diciembre? Es posible. Por qué no. No viola las leyes de la física, ni los principios de la ciencia. Pero, igualmente, el día 21 será el fin del mundo. Al igual que todos los días desde que la Tierra nació, fruto de una explosión cósmica. Porque, cada 24 horas que pasan, el mundo se acaba un poco. Y si aún sigue girando es por el capricho de algún dios. Pero no puede escapar de su destino.

2 comentarios:

Ricardo Miñana dijo...

Por suerte Laura, nosotros no veremos ese final,
asi a disfrutar de la vida, mientras dure.
estos días entrañables en los que compartimos alegrías con los familiares y amigos, deseo pases unas felices fiestas.
un abrazo.

dijo...

Me ha encantado lo que has escrito. Es cierto,cada 24 horas se reduce la vida que le queda a nuestro planeta pero al mismo tiempo todo cambia y se renueva.
Cuando algo muere algo renace
(y de todos modos queda muchísimo para que acabe todo,ya que no creo que el mundo se acabe el 21 de diciembre (a menos que los humanos terminemos de destrozarlo, claro...). Un abrazo y feliz Navidad^^